Día 44: Desde AMBERES (Bélgica) a BRUJAS (Bélgica)

109 km VER RUTA

Bélgica nos encantó e imaginamos que le pasará lo mismo a la mayoría de la gente que la visita. La escasa distancia que hay entre sus ciudades permite desplazarte en coche de una a otra sin apenas perder tiempo en el viaje.

Aquella mañana salimos de Amberes hacia Gante temprano y, cuando llegamos, la ciudad comenzaba a desperezarse. Encontramos un hueco para aparcar junto a la zona histórica y comenzamos la visita. 

La fama de Gante es bien merecida, mires hacia donde mires siempre hay un lugar que fotografiar, un edificio increíble o una de sus torres asomando hacia el infinito.



Una de las cosas que hemos aprendido en este viaje, es que con niños las visitas a ciudades pueden convertirse en un suplicio para ellos. Por eso, hay que buscar actividades alternativas que les sorprendan y les saquen de la monotonía del "me aburro". 

En Gante, hay unas estupendas excursiones en barca por los canales; la que contratamos nosotros no nos pareció cara para el lugar y la fecha en la que estábamos. Así, nosotros pudimos conocer la historia de los edificios que nos rodeaban escuchando al guía, mientras Manuel disfrutaba de la aventura al máximo.




Cuando volvimos al embarcadero nuestros estómagos nos señalaron una bonita terraza en la Korenmarkt: una gran plaza a esas horas ya repleta de vida. 

Como manda la tradición, nos pedimos una buenas cervezas belgas y unos mejillones con patatas fritas que nos parecieron realmente un manjar.

Apenas tuvimos tiempo para más, volvimos a recorrer las calles del casco histórico en dirección al coche y pusimos rumbo a nuestro siguiente destino, Brujas.



Llegamos a primera hora de la tarde y con la ayuda del dueño del hotel, que nos prestó un disco que regulaba el tiempo y la zona donde poder aparcar, nos instalamos rápidamente.  

El día no era caluroso, pero lucía un agradable sol que nos acompañó mientras paseábamos por los canales hasta la maravillosa Grote Markt, la plaza principal de Brujas. 

A pesar de que nos habían hablado de lo bonita que era, nos quedamos asombrados con su belleza y, como nosotros, la marabunta de turistas que se agolpaban con sus cámaras para intentar fotografiar la gran torre de la catedral. 

Estuvimos tomando algo en una terraza y callejeamos por todo el centro histórico siguiendo la senda de los canales, pero Manuel ya estaba bastante cansado y tuvimos que bajar el ritmo para no agotarle.


Cuando se hizo de noche, la luz tenue de las farolas envolvió toda la ciudad haciendo que las calles y canales nos parecieran aún más bellos.

Llegamos al hotel exhaustos, pero con una colección de imágenes, tanto en la cámara como en la retina, que jamás olvidaremos.