DÍA 30: Desde SKARSTEIN (Noruega) a LAUKVIK (Noruega)

291 kilómetros VER RUTA

Como el día anterior nos habíamos acostado tan tarde, aquella mañana dormimos más de lo habitual para recuperar el sueño perdido y eran casi las once cuando nos poníamos en marcha. No teníamos una ruta trazada, tan solo la idea de disfrutar de la naturaleza y los paisajes de las islas Vesterålen y Lofoten.

Nuestra primera parada fue el pueblo de Andenes, al norte de las Vesterålen, el lugar donde deberíamos haber llegado en el ferry que no tomamos el día anterior. Dimos un paseo por sus calles y su pequeño puerto y nos pusimos rumbo al sur.

Toda las islas de la zona están comunicadas mediante una increíble red de puentes así que vas pasando de una a otra sin apenas enterarte. Huelga decir que los paisajes son espectaculares y paramos varias veces para poder hacer fotografías.


Decidimos parar a comer en Sortland, la ciudad más grande de todas las Vesterålen, citada en los programas turísticos como la ciudad azul porque según dicen tienen casas de ese color, pero a nosotros el nombre nos pareció muy exagerado. 

SORTLAND



Visitamos el exterior de la iglesia y aprovechamos para hacer algunas compras en el supermercado; en aquellas zonas tan poco habitadas es importante buscar lugares donde comprar y llenar el depósito a un precio razonable. 


La ciudad en sí nos no pareció gran cosa, así que tras comer una pizza en una terraza nos pusimos de nuevo en camino.



A medida que avanzábamos hacia el sur, las montañas eran cada vez más altas y pronto vimos aparecer la nieve en sus cumbres; es impresionante ver cómo una montaña nace literalmente del mar y se eleva con una pendiente vertiginosa hasta llegar a su cumbre nevada, a nosotros por más que lo veíamos no dejaba de maravillarnos y la cámara de fotos echaba humo.






Para nuestra desgracia, el día se fue nublando y las cimas de las montañas fueron despareciendo entre la bruma amenazando con una lluvia inminente, por lo que paramos en una pequeña playa cercana a la aldea de Hopen; mientras Manuel jugaba con la arena, nosotros nos pusimos a buscar un lugar donde dormir esa noche. 

KABELVAG
Encontramos un apartamento relativamente cerca y relativamente barato en Airbnb justo cuando caían las primeras gotas así que huimos hacia el coche y regresamos hacia el pueblo de Kabelvåg

La lluvia nos amargó un poco la visita, pero por lo que vimos nos pareció un lugar encantador.

Cuando llegamos al apartamento la lluvia nos dio un respiro y pudimos sacar las maletas con tranquilidad. Ya que era aún pronto para la cena, aprovechamos todas las comodidades del lugar y pusimos una lavadora mientras Manuel veía unos dibujos en la tablet. Y así paso la tarde, como si fuésemos una familia más en aquel pueblecito de casas desperdigadas.

Las vistas del atardecer desde la casa por sí solas, ya nos merecieron todo el día.