DÍA 29: De Tromsø (Noruega) a Skarstein (Noruega)

655 kilómetros VER RUTA

La fina lluvia con la que nos habíamos acostado, nos recibió otra vez cuando salimos del hotel aquella mañana. Habíamos planeado un día de viaje corto y sin prisa alguna así que salimos de Tromsø en dirección a Senja, la segunda isla más grande Noruega y unida al continente por un enorme puente.

MERCADO SAMI
Por el camino vimos que en una de las áreas de servicio de la carretera había un típico mercado del pueblo Sami y paramos para echar un vistazo. El mercado estaba compuesto de dos enormes tiendas de campaña hechas de pieles y en su interior, una tienda de recuerdos donde no faltaban figuras de artesanía, machetes, pieles y toda clase de recuerdos ideados para turistas. Nuestra economía no estaba para caprichos, así que nos fuimos con las manos vacías.

SENJATROLL
SENJATROLL
Nuestra primera parada programada era el Senjatroll, un humilde parque temático perdido en mitad de la isla de Senja que tiene el Record Guinnes a la escultura de troll más grande del mundo. Los trolls, seres mitológicos de la iconografía escandinava, son muy populares en toda Noruega y a pesar de estar en un lugar recóndito, había bastantes turistas visitándolo. 


SENJATROLL
SENJATROLL
El lugar no es nada espectacular, pero como la entrada era gratuita, estuvimos un rato jugando con Manuel en un parque con columpios que habían improvisado en el patio delantero, donde también, no sabemos muy bien el porqué, habían colocado un par de barcos destartalados y hasta un vagón de tren.

Nuestro siguiente destino era Gryllefjord, desde donde tomaríamos un ferry que nos llevaría hasta las islas Vesterålen

A medida que nos íbamos aproximando a la costa, la niebla y las nubes fueron dejando paso al sol y aparecieron ante nosotros majestuosos paisajes montañosos de naturaleza casi salvaje. Es indescriptible la sensación de conducir por aquellos parajes solitarios, incluso para gente que como yo, no sea un gran amante de los coches.

Cuando llegamos a las afueras del pueblo, nos encontramos con un enorme fila de vehículos estacionados en el margen derecho de la carretera y para nuestra desgracia, todos querían viajar en el mismo ferry que nosotros. A duras penas logré entenderme con el noruego que nos precedía en la fila, que me explicó que había contado los coches que teníamos delante y en el ferry de la tres de la tarde, (era la una y media), no íbamos a caber, pero que por sus cuentas, en el de las siete sí que entraríamos.

Tras sopesarlo mucho, decidimos esperar al de las siete, ya que el hotel que habíamos reservado en carretera, mientras nos dirigíamos allí, estaba a más de seis horas de distancia en coche y en barco había poco más de una.

Compramos algo de comer en un pequeño supermercado que había junto al puerto y aprovechando que el sol seguía luciendo con fuerza, nos sentamos en una terraza a contemplar el paisaje.

Tal y como nos había relatado nuestro compañero de cola, el ferry de las tres llegó, montaron en él los coches que estaban primeros en la fila y dos autobuses que llegaron a última hora, porque nos comentaron que los autobuses turísticos podían reservar su plaza. El resto fuimos avanzando, con algún que otro problema por los típicos aventajados que intentaban colarse, hasta la explanada que había junto al muelle. Allí vimos que había pintada en el suelo una silueta que imitaba la base del barco, para saber cuantos coches realmente cabían. Quedamos situados en la quinta y última fila del dibujo, por lo que debíamos entrar sin problemas en el barco. 


Dejamos el coche allí aparcado y subimos a una cafetería cercana, donde aprovechamos el tiempo para actualizar el blog y hacer algunas fotos a las escarpadas montañas que flanqueaban el fiordo conteniendo las nubes tras ellas. 

Las cuatro horas de espera se nos hicieron interminables, así que cuando vimos aparecer la silueta del ferry en el horizonte corrimos al coche para evitar cualquier sobresalto. 


Los coches fueron subiendo con el orden en el que estaban colocados, pero cuando iba a montar el coche que estaba delante nuestro, el operario cerró la barrera y nos dejó allí con cara de tontos.

¡Qué mal rato pasamos! Perdidos en mitad de la nada a las siete y media de la tarde y con el hotel  ya pagado a más de seis horas de camino. Valoramos todas las opciones y tras llamar al hotel para avisarles de que llegaríamos de madrugada, nos pusimos en camino.

FOTO TOMADA A LAS 22:07h
Suerte que en verano en aquella zona nunca termina de ponerse el sol así que por lo menos pudimos contemplar la infinidad de lugares increíbles que íbamos atravesando: bosques, fiordos, puentes con pendientes de vértigo y la ilusión de avistar algún alce nos mantuvieron despiertos y con los ojos clavados en el camino. 

Los arcenes de las carreteras se empezaron a llenar de caravanas que habían parado a dormir y llegó un momento en el que creo que éramos el único vehículo en movimiento de todo el país. 



FOTO TOMADA A LAS 23:08h

Para culminar nuestras calamidades, poco antes de llegar, la niebla bajó de repente y tuvimos que avanzar a empujones por un camino rural sorteando las ovejas que apaciblemente caminaban por allí, ¡a las tres de la madrugada! Definitivamente, el hecho de no tener noche termina por trastornar a cualquier ser que habite estas tierras.

Por fin llegamos al hotel, por llamarlo de alguna forma, ya que en realidad eran unos antiguos barracones  de un cuartel que la OTAN había usado hace años para sus maniobras y que el gobierno noruego alquilaba ahora como hostales veraniegos. A pesar de todo, el lugar era confortable y nosotros estábamos rendidos por el viaje, así que tras un día con tantas peripecias nos dormimos sin tan siquiera preparar la ruta del día siguiente.

DÍA 28: De Repvåg (Noruega) a Tromsø (Noruega)

554 Kilómetros VER RUTA


Cuando nos despertamos aquel día, nos quedamos un buen rato en la cama intentando decidir por qué ruta emprender el camino de vuelta. Como Manuel estaba totalmente agotado de las emociones del día anterior y dormía plácidamente, estudiamos todas las opciones con el móvil: bajar por Finlandia, por Suecia, por Suecia y después dirigirnos hacia Bergen..

Dimos tantas vueltas que cuando el bello durmiente abrió los ojos y dijo que quería desayunar, aún no habíamos decidido nada.

Por una de esas maravillosas coincidencias del destino, según sacaba del coche unos batidos y un paquete de galletas, aparcó junto a mí una moto con matrícula española y después de no haber visto ningún compatriota desde Helsinki, la palabra hola incluso me sonó extraña.

Tras las típicas presentaciones de viajeros (de donde vienes y a donde vas), me comentaron que ellos habían llegado hasta el Nordkapp subiendo por toda la costa oeste de Noruega y que habían quedado maravillados con las islas Lofoten. Yo había descartado esa opción por demasiado larga, pero me aseguraron que no era para tanto y que ellos lo habían hecho en tres días.

Cuando volví a la habitación y lo comentamos, nos pareció que los tres días podrían convertirse fácilmente en nueve, pero que metidos en harina, poco importaba un día más o menos. Calculamos la ruta y vimos que si queríamos llegar a dormir a Tromsø, la ciudad más grande del norte de Noruega, debíamos salir rápido.

La primera parte del viaje fue tranquila, buena carretera, buen tiempo y los mismos paisajes que habíamos visto al subir. Llegamos a la ciudad de Alta poco antes de comer pensando hacer un picnic en una playa a las afueras de la ciudad para aprovechar el sol que nos acompañaba, pero nada más llegar, el cielo se empezó a cubrir de densos nubarrones grisáceos y tuvimos que cambiar de planes e irnos a la ciudad. 

CATEDRAL DE ALTA
Alta es un pequeño municipio de menos de veinte mil habitantes, famoso por albergar el museo con mayor numero de pinturas rupestres del mundo. Como era domingo y el museo estaba cerrado, dimos una vuelta en coche por sus calles semidesiertas, fotografiamos su moderna catedral inspirada en las auroras boreales y tras comer algo rápido, y como siempre caro, proseguimos nuestro camino.



Las nubes habían cubierto por completo el cielo así que la temperatura bajó drásticamente; para colmo la carretera estaba en obras y había zonas  con varios kilómetros sin asfaltar.

Aún así, las vistas seguían siendo increíbles: fiordos salpicados de bateas, cascadas que se perdían entre la niebla y las grandes cumbres nevadas de los Alpes Escandinavos nos acompañaron durante gran parte del camino.

Fue una pena la densa niebla que a veces lo envolvía todo, ya que no pudimos disfrutar totalmente del viaje, pero apuntamos aquella zona en nuestra libreta de sitios a donde volver en el futuro.



Eran las siete en punto de la tarde cuando llegamos al enorme puente que comunica el continente con la isla donde está ubicada Tromsø y tan emocionados íbamos cruzando el mar que no nos dimos cuenta de que justo al salir del puente comenzaba un túnel. De pronto la voz del GPS nos anunció una rotonda y nos miramos extrañados; ¡si estamos en un túnel! Pero el GPS no se equivocaba y una enorme rotonda subterránea apareció en la carretera; tan sorprendidos estábamos que tomamos mal la salida y fuimos a parar a otra rotonda obviamente, también subterránea. Como los navegadores en los túneles no funcionan, nos costó un buen rato salir de aquel laberinto de calles y encontrar el camino hasta el hotel que habíamos reservado.

Más tarde leímos, que en invierno es tal la cantidad de nieve que hay en estas latitudes, que habían ideado este sistema de comunicación subterráneo para poder moverse por la ciudad en coche ya que por las calles convencionales era imposible.

El hotel (Smarthotel Tromsø) tenía mucha mejor pinta en la web que en la realidad: la habitación era minúscula y como los domingos no tenían servicio, nos tocó cambiar las sábanas de los anteriores huéspedes.

TROMSO
En Noruega los domingos son sagrados, apenas trabaja nadie y tiendas y centros comerciales están cerrados; incluso muchos restaurantes que nos encontramos tampoco estaban abiertos, así que optamos por cenar en el Burger King. Dos menús normales y uno infantil, al cambio corona noruega-euro, nos costaron 35 euros; no quisimos pensar cuanto nos costaría cenar en un restaurante tradicional.

Aprovechando que los días en esa época del año son eternos, después de cenar nos fuimos a dar un paseo por el puerto y estuvimos sacando unas fotos mientras Manuel jugaba a espantar gaviotas.

El centro de la ciudad en realidad parecía un pueblecito encantador de casas bajas y aunque estaba un tanto descuidado, nos pareció un lugar muy agradable para estar en verano...

En invierno las condiciones de vida son tan extremas que muchos noruegos rechazan vivir allí, por lo que con un simple paseo notas la especial presencia de inmigrantes en la ciudad.




Una lluvia fina y persistente nos recordó que era hora de buscar refugio así que nos fuimos hacia el hotel con paso ligero.




DÍA 27: De SKAIDI (Noruega) a Repvåg (Noruega)

357 kilómetros VER RUTA


Aquella mañana amanecimos nerviosos, era sin duda uno de los días señalados en el viaje, el último de nuestro viaje de ida... El precio de la habitación del hotel incluía un fantástico desayuno, así que aprovechamos para degustar el auténtico salmón noruego y otras delicias que servían en el buffet.

Nos pusimos en marcha temprano, otra vez teníamos un sol espléndido y circular por aquellos parajes fue espectacular; la carretera estaba trazada bordeando los fiordos del norte del país con sus playas de arena gris y aguas cristalinas; los paisajes, aunque apenas había vegetación eran increíbles y decenas de renos aparecían de vez en cuando en los paseando junto a la carretera para alegría de Manuel.

Incluso nos encontramos con un rebaño en la puerta de un túnel y tuvimos que bajarnos del coche para sacarlos de allí con todo nuestro arte pastoril.

Antes de mediodía ya estábamos cruzando el túnel que conecta el continente con la isla de Mageroya donde está situado el Nordkapp o Cabo Norte, el punto más al norte de Europa. En realidad, no es cierto que sea el cabo más al norte de Europa, ya que el cabo Knivskjellodden situado a pocos kilómetros está un poco más al norte, pero la tradición marca el fin de Europa en el Nordkapp, y es allí donde se reúnen la mayoría de los viajeros.

En cuanto entramos en el túnel comenzó un brusco descenso hasta que llegamos al fondo del mar, una sensación de claustrofobia te va invadiendo poco a poco alimentada por la estrechez,  la escasa iluminación y por las paredes de roca supurando agua. La flecha del GPS avanzando en mitad del mar nos daba una idea de lo que había sobre nuestras cabezas. Fue un alivio sentir que la carretera se ponía cuesta arriba anunciando que ya habíamos cruzado al otro lado y tras seis kilómetros en penumbra, agradecimos volver a ver la luz del sol.

Fuimos avanzando por la isla, adelantando infinidad de caravanas por el camino, nos parecía increíble que aquellos mastodontes pudiesen circular sin problemas por aquella carretera repleta de túneles y estrecheces.

Dejamos atrás la ciudad de Honningsvåg que cuenta con un impresionante aeropuerto construido literalmente sobre el mar, y giramos a la izquierda para encarar la última subida que nos llevó hasta nuestro destino. 

BIENVENIDOS AL CABO NORTE
Al llegar nos encontramos con una desagradable sorpresa: en mitad de la carretera habían instalado una garita donde un joven noruego amablemente te solicitaba al cambio más de cincuenta euros por acceder en coche al lugar, (al menos te dan 24 horas de estancia); no habíamos leído nada en ningún sitio sobre este cobro, pero una vez que estábamos allí no nos quedaba otra, así que cerramos los ojos y pagamos.

El lugar en sí es un poco centro comercial, con un edificio principal que cuenta con tiendas de recuerdos y restaurantes,  una zona de museo con un pequeño cine y un anfiteatro. En el exterior, justo en el extremo del cabo, está el símbolo del Nordkapp, una escultura de forja con forma de bola del mundo donde todo el mundo se quiere fotografiar.

CABO NORTE
Estuvimos dando un paseo contemplando la infinidad del Océano Ártico, mientras Manuel jugaba con las piedras y corría de un lado para el otro, pero tampoco había mucho más que hacer, por lo que decidimos irnos a pasar la tarde a alguna de las playas que habíamos visto en el camino y aprovechando que habíamos pagado el parking todo el día, regresar allí para contemplar el sol de medianoche.


Volvimos sobre nuestros pasos atravesando de nuevo el túnel del Nordkapp hasta que encontramos una playa que nos pareció apta para el baño. Era otro de los objetivos del día, bañarnos en el Ártico, así que vestimos a Manuel con el neopreno comprado para la ocasión y nos lanzamos al agua. He de reconocer que a Noe y a mí se nos saltaron las lágrimas nada más entrar, pero hice de tripas corazón y me zambullí por completo: fue como bañarse en hielo...

PLAYA EN EL ÁRTICO
Después nos tumbamos en la arena a recuperar temperatura con el sol y mientras nosotros buscábamos hotel para esa noche, Manuel se lo pasó en grande construyendo castillos con su pala y su rastrillo. No fue sencillo encontrar un lugar decente para dormir, era sábado y hay pocos hoteles en aquella zona; al final escogimos uno en un pueblo llamado Repvåg. Cuando llegamos comprobamos que más que hotel era un viejo hostal compuesto de varios barracones y con una limpieza un tanto cuestionable, pero era lo único que había disponible a un precio razonable.

RESTAURANTE IMPROVISADO
Dejamos las maletas y nos dirigimos otra vez hacia el Nordkapp, de nuevo a cruzar el túnel y de nuevo a avistar renos en los arcenes. 

Como llegaba la hora de cenar y los restaurantes de Noruega eran prohibitivos para nuestra economía, paramos en un supermercado en las afueras de Honningsvåg y compramos todo lo necesario para una comida campestre; por la mañana habíamos visto un merendero al aire libre a pocos kilómetros del Nordkapp que resultó ser un gran descubrimiento: allí sentados frente a un atardecer interminable disfrutamos de una terraza gratuita con unas vistas impagables.

Alargamos la  cena para hacer tiempo y cuando llegamos a la garita de acceso ya pasaban las diez de la noche o del día, porque a esas horas el sol seguía luciendo con fuerza por encima del Océano Ártico


NORDKAPP SOL DE MEDIANOCHE
NORDKAPP
El lugar poco tenía que ver con el que habíamos visitado con calma por la mañana, según se acercaba la medianoche íban llegando decenas de autobuses repletos de asiáticos y toda la gente comenzó a arremolinarse alrededor de la bola del mundo en busca de la gran fotografía.

A pesar del barullo general, la llegada de la medianoche fue un momento inolvidable y realmente emocionante, de esos que no sabes bien por qué, pero te ponen el vello de punta. (DESDE AQUÍ PUEDES VER UN VÍDEO)

NORDKAPP A LAS 23:10h.


NORDKAPP A LAS 23:36h


SOL DE MEDIANOCHE


CAMINO DE VUELTA A LAS 00:23 h.
Manuel, que hasta entonces había aguantado estoicamente sin una sola queja, comenzó a mostrar el cansancio de un día tan largo y decidimos que lo mejor era ir hacia el hotel ya que aún  nos quedaba una hora y media de camino.


El viaje de vuelta también fue genial: el sol empezó a elevarse lentamente como si estuviera amaneciendo y aprovechando que Manuel se había dormido, fuimos parando por el camino para hacer todas la fotografías posibles.

NORUEGA, 1:21 h DE LA MADRUGADA
Se nos quedó grabada para siempre la sensación de conducir a las dos de la madrugada y tener que usar las gafas del sol para que la luz no te deslumbre; nos recordó a nuestros años jóvenes cuando volvíamos a casa de día tras una noche de fiesta, pero la luz en aquel lugar remoto del planeta es muy especial, indescriptible.



Cuando llegamos a la habitación, eran casi las tres de la mañana pero parecía mediodía, así que tuvimos que apañar unas cortinas improvisadas con toallas y edredones para hacer un poco de oscuridad y entonces sí, poder dormir.





DÍA 26: De KITTILÄ (FINLANDIA) a SKAIDI (Noruega)




Nuestro tiempo en Finlandia tocaba a su fin; habían sido unos días maravillosos y aunque Noe era reacia a abandonar su país soñado, era el momento de seguir hacia el norte y conocer otros lugares.

CARRETERA DE LAPONIA
La carretera E8, paralela a la frontera con Suecia, discurría entre un sin fin de lagos e inmensos bosques que albergaban una reserva de renos; pronto encontramos en nuestro camino algunos despistados que paseaban tranquilamente por el asfalto.

Cuando llegamos a la localidad de Hetta, una de las últimas antes de la frontera con Noruega, paramos en un supermercado a reciclar todas las latas que habíamos guardado. En la entrada de muchos supermercados de los países nórdicos, tienen instaladas unas máquinas que te pagan por cada envase (latas o botellas de plástico) que introduces en su interior. Cuando acabas, pulsas un botón y la máquina imprime un ticket con el total del dinero que has ganado: puedes gastarlo en el supermercado o bien pedir en caja que te abonen el efectivo. Todo un invento para promover el reciclaje, bien podrían copiarlo en nuestras latitudes.

PLAYA CERCA DE HETTA
Tras comer algo ligero en un bar cercano y aprovechando el magnífico tiempo que nos volvía a acompañar en Laponia, fuimos hasta un embarcadero en el lago. El lugar no estaba preparado para el baño, pero gracias a las indicaciones de unos lugareños, dimos con una increíble playa escondida tras el bosque. Manuel y yo pasamos un buen rato jugando en el agua y haciendo castillos en la arena, mientras Noe disfrutaba de los últimos rayos de sol de Finlandia.

Se nos pasó el tiempo volando y cuando quisimos recoger ya íbamos, como casi siempre, tarde. Cuando llegamos a la frontera con Noruega,  no había más que una pequeña garita y un policía solitario que nos preguntó dónde nos dirigíamos. Apenas escuchó nuestra respuesta y se limitó a indicarnos con el brazo que siguiéramos.

PAISAJE NORUEGO
El paisaje fue cambiando poco a poco y los árboles desaparecieron de las rectas infinitas dejando paso a pequeños arbustos, pero los ríos y los lagos seguían siendo tan espectaculares como los del país vecino. Pero si algo nos llamó la atención fue la inmensa soledad que nos acompañaba: rara vez nos encontrábamos con algún coche y los pocos que nos cruzábamos eran de matrícula extranjera.



RENOS EN LA CARRETERA
Pero a falta de personas, había renos por todos lados. Íbamos con los ojos pegados al parabrisas buscando su silueta en la carretera para poder aminorar y esquivarlos. Habíamos leído que muchos turistas habían tenido percances con estos animales y lo cierto es que hay momentos que no sabes por dónde te van a salir.


Estábamos muy cansados de conducir así que buscamos un hotel que estuviese cerca de la ruta y elegimos uno en mitad de la nada, en un lugar llamado Skaidi. El pueblo, si puede llamársele así, estaba compuesto únicamente de dos hoteles y dos gasolineras construidos en un cruce de carreteras. Pero por suerte el hotel estaba genial y ese día era lo único que necesitábamos. Era ya tarde para las costumbres europeas por lo que los huéspedes ya estaban todos en sus habitaciones y pudimos disfrutar de la piscina climatizada entera para nosotros.


Después bajamos a hacer unas fotos desde la terraza del hall y saboreamos unas tartas deliciosas que junto al café y los zumos ofrecían gratuitamente a los clientes. Eso nos sirvió de cena y agotados nos fuimos a dormir: el día siguiente sería el más largo de todo el viaje.

DÍA 25: De RISTIJÄRVI (Finlandia) a KITTILÄ (Finlandia)

455 Km. - VER RUTA

Como el día anterior nos habíamos acostado temprano, esa mañana no nos costó levantamos y además, con fuerzas renovadas para el largo camino que nos esperaba. Ese día llegaríamos a la región más conocida de Finlandia, la recóndita y salvaje Laponia. Para añadir más suspense al viaje, el Google Maps se volvió loco y nos indicó salir por una carretera que en realidad era una interminable pista de tierra que comunicaba las granjas de la zona. Tras muchos kilómetros sorteando baches y piedras, decidimos dar la vuelta y seguir la ruta alternativa que nos marcaba el GPS del coche que en realidad era la correcta.

Con todo el retraso no llegamos hasta Rovaniemi, capital de Laponia, hasta la hora de comer. El tiempo era magnífico por lo que nos sentamos en una terraza de la calle principal (Koskikatu), junto a la plaza Lordi, bautizada con ese nombre en honor del grupo heavy de la ciudad que ganó el festival de Eurovisión en 2006. Por si alguien no los conoce, dejo el siguiente enlace; la verdad es que no dejan a nadie indiferente.

PLAZA LORDI EN ROVANIEMI
Como el mundo es una casualidad andante, en esa misma plaza hay una cámara que emite a través de esta pagina web, y que Noe, enamorada de Finlandia desde hace años, visita todos los inviernos para ver las increíbles nevadas. (VER WEB CAM)


Pero si por algo es famosa Rovaniemi, es por ser la ciudad que alberga El Pueblo de Papa Noel, o como dicen los finlandeses Joulupukin Pajakylä. 

El lugar está situado a pocos kilómetros en dirección noreste por la carretera E75 y ocupa una gran extensión ya que además del pueblo en sí, también hay hoteles, granjas de renos y de huskys y hasta un parque de atracciones. Huelga decir que Manuel estaba emocionado por visitar la casa de Papa Noel y de Rodolfo el Reno, pero he de reconocer que no más que nosotros al atravesar la simbólica línea blanca que cruza todo el parque y que marca el inicio del círculo polar ártico. ¡Y con 29 grados de temperatura!


Joulupukin Pajakylä


Hicimos multitud de fotos, compramos algún souvenir y acabamos jugando en un parque infantil como tres niños, al fin y al cabo, es un lugar que te transporta a la infancia. Prescindimos de la típica foto con Papá Noel ya que los cuarenta euros que costaba nos parecieron un auténtico timo.

RENOS EN LA CARRETERA
Nos despedimos de Rovaniemi y emprendimos la marcha hacia el norte, adentrándonos en la Laponia profunda. Menos mal que íbamos atentos a la carretera, porque en cuanto salimos de la civilización nos encontramos con los primeros renos en la carretera; salieron corriendo en cuanto oyeron el motor, pero nosotros, más asustados que ellos, estuvimos el resto del camino tan atentos a la carretera que nos terminaron doliendo los ojos.


DE CAMINO A KITTILÄ


Fue un auténtico alivio llegar al hotel en la ciudad de Kittilä y dejar el coche. Cenamos allí mismo ya que servían carne de reno, la comida más típica de toda Finlandia y que aún no habíamos probado. A nosotros no nos gustó especialmente, pero imagino que a la gente que le guste la carne de caza le encantará.

A estas alturas del viaje y en la latitud que nos encontrábamos, cada día se hacía de noche más tarde y como Kittilä no tenía nada digno de visitar, le echamos valor y decidimos dar una vuelta en coche por los alrededores.

CABAÑA CON EL TEJADO TRADICIONAL
Menos mal que no hicimos pereza porque tras conducir unos cuantos kilómetros llegamos por casualidad hasta un lugar fantástico: una cabaña preciosa con el tradicional tejado de hierba que usaban en la antigüedad en los países nórdicos.  La estampa de la casa junto al río y el cielo al atardecer era impresionante, lástima que un millar de mosquitos vinieran a visitarnos... ¡tuvimos que huir despavoridos!


ATARDECER EN KITTILÄ


RENO POR LAS CALLES DE KITTILÄ

De vuelta al hotel, en mitad de una urbanización de chalets unifamiliares, nos volvió a sorprender un gran reno en mitad de la calzada: parecía una escena sacada de la serie Doctor en Alaska pero con reno en lugar de alce. El día no daba para más emociones y nos fuimos a dormir felices y agotados.


DÍA 24: de POUHASAARENTIE (Finlandia) a RISTIJÄRVI (Finlandia)




395km VER RUTA

No nos resultó sencillo despedirnos de "nuestra" cabaña del lago; era un lugar tan bonito y apacible, así que con gusto nos hubiésemos quedado muchos más días, pero la aventura debía continuar y muchos lugares fantásticos nos esperaban.

Dedicamos la primera parte de la mañana a recoger la ropa y limpiar la casa para dejarla en las mismas condiciones que la habíamos encontrado. El dueño nos escribió un mail pidiéndonos que al irnos dejáramos las llaves puestas en la cerradura; aunque en España sería una cosa impensable, ya nos habíamos acostumbrado a ver con normalidad la tranquilidad con la se toman la vida en estos países; por qué no decirlo, mucho más civilizados que el nuestro.

Hicimos una última foto del lago para el recuerdo y partimos hacia el norte; durante los siguientes días siempre iríamos en esa dirección. 


CATEDRAL KUOPIO
El viaje fue rápido y tranquilo, Manuel se echó una apacible siesta y fuimos atravesando bosques y lagos hasta llegar a Kuopio, donde habíamos planeado comer.


Aparcamos junto a la Catedral de San Nicolás, nos pareció bastante pequeña para llamarse catedral, pero a pesar del tamaño no estaba exenta de una singular belleza. No había nadie por ningún lado y no veíamos ningún lugar donde poder comer, así que volvimos a montarnos en el coche y continuamos hacia donde el GPS nos marcaba un restaurante. 






PLAYA DE KUOPIO
PLAYA DE KUOPIO
El lugar resultó ser un bar de bocadillos junto a la playa de uno de los numerosos lagos que rodean la ciudad y a pesar de ser un día laborable, el lugar estaba repleto de gente disfrutando del sol y del agua.

Como todo lo público en Finlandia, estaba exquisitamente cuidado y nos sorprendió que además de los baños y vestuarios, la playa contara también con un enorme trampolín de diez metros y con un montón de colchonetas y flotadores gigantes de uso gratuito para todos lo visitantes. 

Manuel corrió directo al agua nada más pisar la arena y después estuvo jugando con otros niños construyendo castillos en la orilla; verle disfrutar tanto, nos aliviaba un poco el sentido de culpa de tenerle tanto tiempo en carretera ese día.

Tras pasar un par de horas allí, nos tocaba reemprender el viaje hasta la localidad de Ristijärvi, donde habíamos alquilado un apartamento para esa noche. Cuando llegamos nos encontramos un pueblo fantasma, con el supermercado y los restaurantes cerrados y ni una sola alma por la calle. 


Hicimos la correspondiente fotografía del atardecer junto al lago para nuestro álbum y sin más que hacer, nos fuimos al apartamento a disfrutar de una estupenda cena casera, algo de rutina de vez en cuando también viene bien a la cabeza.




Día 23: de POUHASAARENTIE (Finlandia) a SULKAVA (FINLANDIA) Ida/Vuelta


46Km. - VER RUTA

Cuando estaba amaneciendo, antes de las cinco de la madrugada, un fuerte ruido en el porche nos despertó sobresaltados. Debo admitir que no estamos acostumbrados a estar tan aislados de la civilización por lo que, bastante asustado, me dirigí a la ventana para ver qué o quién había dado aquel golpe. Con alivio descubrí que se trataba de una enorme gaviota devorando una salchicha que se nos había olvidado junto a la barbacoa.

Me volví a la cama y la noche continuó sin sobresaltos. Ya por la mañana planificamos el día sabiendo que pasaríamos en la cabaña una noche más. 

Volvimos a darnos un gran paseo en barca, atreviéndonos a llegar hasta una isla en mitad del lago, poblada únicamente por cabras. Nuestra osadía no nos llegó para desembarcar y al primer movimiento raro de los animales dimos media vuelta y nos volvimos por el mismo camino. 




PISCINA SULKAVA
PISCINA SULKAVA
Tras comer algo para reponer fuerzas, nos montamos en el coche y nos fuimos al cercano pueblo de Sulkava donde dimos un paseo y nos bañamos en una piscina natural instalada sobre el río. 

El lugar estaba perfectamente acondicionado, con duchas, vestuarios, sauna y parque infantil y nos costó un mundo sacar a Manuel de allí.







YATE EN EL LAGO
Antes de volver a la cabaña nos aventuramos por un camino de tierra que cruzaba a la isla de Pouhasaari y descubrimos una urbanización de lujo con un gran yate atracado en el muelle. 

No había ni un sólo coche cerca por lo que imaginamos que todo el mundo iba hasta allí en barco, ya que la multitud de lagos, ríos y canales que hay en aquella zona del país, permiten la comunicación acuática con el mar Báltico e incluso con Rusia hasta el lago Ladoga.


De vuelta a la cabaña, no podía desaprovechar la oportunidad de disfrutar de una auténtica sauna finlandesa de leña, así que recogí unos troncos que había apilados en el cobertizo exterior y encendí la caldera. 

Seguí las instrucciones que leí en intenet y entré en la sauna cuando el termómetro marcaba los ochenta grados. El golpe de calor fue brutal y la sensación de ahogo cuando volqué un cazo de agua sobre las rocas parecía inaguantable, pero poco a poco fui relajándome y al final disfruté mucho de la experiencia. Tal y como manda la tradición para acabar el ritual, salí corriendo de la sauna  y me lancé directamente al lago.

Terminamos el día otra vez sentados en el porche, un poco apenados porque al día siguiente nos teníamos que ir, habíamos disfrutado tanto de aquellos dos días que se nos habían quedado cortos, pero guardamos las coordenadas por si algún día podemos volver.






Día 22: de PUUMALA (Finlandia) a POUHASAARENTIE (Finlandia)

60 Km. - VER RUTA


Antes de comenzar este viaje, decidimos que iríamos buscando los alojamientos día a día para tener más flexibilidad a la hora de elegir la ruta y tener la posibilidad de parar si nos surgía cualquier imprevisto. La única reserva que teníamos cerrada desde el principio era una cabaña en la Región de los Lagos porque habíamos leído que muchos finlandeses veranean en esta zona.

 LAGO SAIMAA EN PUUMALA
Por eso, nuestra única cita obligatoria en todo el recorrido era estar aquel día cerca de la cabaña, para poder aprovecharla desde mediodía, que era cuando nos entregaban las llaves. Como apenas teníamos una hora de camino hasta allí, dedicamos la mañana a visitar el puerto de Puumala y a disfrutar de las vistas desde el puente que atraviesa el lago.



LA CABAÑA
El dueño de la casa, un ruso de San Petersburgo, nos escribió para avisarnos de que no podía recibirnos en persona y que en su lugar habría allí un amigo suyo, así que nos pusimos en camino. Cuando llegamos nos quedamos realmente encantados, era tal y como habíamos imaginado, o mejor incluso: la cabaña estaba construida completamente en madera y situada literalmente a los pies del lago, alejada de cualquier vecino.


EL EMBARCADERO
Contaba además con un pequeño embarcadero con nuestro propio bote de remos y con una pequeña barbacoa junto a un precioso porche. El interior, también de madera, además de las camas, tenía  una pequeña cocina, chimenea de ladrillo y una auténtica sauna finlandesa con salida independiente hacia el lago. En definitiva, era perfecta.


NUESTRO LAGO
Una vez que estuvimos instalados, sin pensarlo dos veces nos montamos en el bote y nos lanzamos a explorar las profundidades del lago. Fue uno de los mejores momentos del viaje, allí solos en la inmensidad de una naturaleza exuberante, echamos la vista atrás y por primera vez nos dimos cuenta de todo el camino recorrido.



BAÑO EN EL LAGO

Pasamos toda la tarde bañándonos en el lago y jugando con la caña de pescar que también nos habían dejado en la cabaña; jamás habíamos hecho nada parecido y obviamente no pescamos nada.






Al caer el sol, preparamos filetes y salchichas en la barbacoa y sentados en el porche estuvimos contemplando el interminable atardecer.