Aquella mañana amanecimos nerviosos, era sin duda uno de los días señalados en el viaje, el último de nuestro viaje de ida... El precio de la habitación del hotel incluía un fantástico desayuno, así que aprovechamos para degustar el auténtico salmón noruego y otras delicias que servían en el buffet.
Nos pusimos en marcha temprano, otra vez teníamos un sol espléndido y circular por aquellos parajes fue espectacular; la carretera estaba trazada bordeando los fiordos del norte del país con sus playas de arena gris y aguas cristalinas; los paisajes, aunque apenas había vegetación eran increíbles y decenas de renos aparecían de vez en cuando en los paseando junto a la carretera para alegría de Manuel.
Incluso nos encontramos con un rebaño en la puerta de un túnel y tuvimos que bajarnos del coche para sacarlos de allí con todo nuestro arte pastoril.
El viaje de vuelta también fue genial: el sol empezó a elevarse lentamente como si estuviera amaneciendo y aprovechando que Manuel se había dormido, fuimos parando por el camino para hacer todas la fotografías posibles.
Se nos quedó grabada para siempre la sensación de conducir a las dos de la madrugada y tener que usar las gafas del sol para que la luz no te deslumbre; nos recordó a nuestros años jóvenes cuando volvíamos a casa de día tras una noche de fiesta, pero la luz en aquel lugar remoto del planeta es muy especial, indescriptible.
Cuando llegamos a la habitación, eran casi las tres de la mañana pero parecía mediodía, así que tuvimos que apañar unas cortinas improvisadas con toallas y edredones para hacer un poco de oscuridad y entonces sí, poder dormir.
Incluso nos encontramos con un rebaño en la puerta de un túnel y tuvimos que bajarnos del coche para sacarlos de allí con todo nuestro arte pastoril.
Antes de mediodía ya estábamos cruzando el túnel que conecta el continente con la isla de Mageroya donde está situado el Nordkapp o Cabo Norte, el punto más al norte de Europa. En realidad, no es cierto que sea el cabo más al norte de Europa, ya que el cabo Knivskjellodden situado a pocos kilómetros está un poco más al norte, pero la tradición marca el fin de Europa en el Nordkapp, y es allí donde se reúnen la mayoría de los viajeros.
En cuanto entramos en el túnel comenzó un brusco descenso hasta que llegamos al fondo del mar, una sensación de claustrofobia te va invadiendo poco a poco alimentada por la estrechez, la escasa iluminación y por las paredes de roca supurando agua. La flecha del GPS avanzando en mitad del mar nos daba una idea de lo que había sobre nuestras cabezas. Fue un alivio sentir que la carretera se ponía cuesta arriba anunciando que ya habíamos cruzado al otro lado y tras seis kilómetros en penumbra, agradecimos volver a ver la luz del sol.
Fuimos avanzando por la isla, adelantando infinidad de caravanas por el camino, nos parecía increíble que aquellos mastodontes pudiesen circular sin problemas por aquella carretera repleta de túneles y estrecheces.
Dejamos atrás la ciudad de Honningsvåg que cuenta con un impresionante aeropuerto construido literalmente sobre el mar, y giramos a la izquierda para encarar la última subida que nos llevó hasta nuestro destino.
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| BIENVENIDOS AL CABO NORTE |
Al llegar nos encontramos con una desagradable sorpresa: en mitad de la carretera habían instalado una garita donde un joven noruego amablemente te solicitaba al cambio más de cincuenta euros por acceder en coche al lugar, (al menos te dan 24 horas de estancia); no habíamos leído nada en ningún sitio sobre este cobro, pero una vez que estábamos allí no nos quedaba otra, así que cerramos los ojos y pagamos.
El lugar en sí es un poco centro comercial, con un edificio principal que cuenta con tiendas de recuerdos y restaurantes, una zona de museo con un pequeño cine y un anfiteatro. En el exterior, justo en el extremo del cabo, está el símbolo del Nordkapp, una escultura de forja con forma de bola del mundo donde todo el mundo se quiere fotografiar.
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| CABO NORTE |
Estuvimos dando un paseo contemplando la infinidad del Océano Ártico, mientras Manuel jugaba con las piedras y corría de un lado para el otro, pero tampoco había mucho más que hacer, por lo que decidimos irnos a pasar la tarde a alguna de las playas que habíamos visto en el camino y aprovechando que habíamos pagado el parking todo el día, regresar allí para contemplar el sol de medianoche.
Volvimos sobre nuestros pasos atravesando de nuevo el túnel del Nordkapp hasta que encontramos una playa que nos pareció apta para el baño. Era otro de los objetivos del día, bañarnos en el Ártico, así que vestimos a Manuel con el neopreno comprado para la ocasión y nos lanzamos al agua. He de reconocer que a Noe y a mí se nos saltaron las lágrimas nada más entrar, pero hice de tripas corazón y me zambullí por completo: fue como bañarse en hielo...
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| PLAYA EN EL ÁRTICO |
Después nos tumbamos en la arena a recuperar temperatura con el sol y mientras nosotros buscábamos hotel para esa noche, Manuel se lo pasó en grande construyendo castillos con su pala y su rastrillo. No fue sencillo encontrar un lugar decente para dormir, era sábado y hay pocos hoteles en aquella zona; al final escogimos uno en un pueblo llamado Repvåg. Cuando llegamos comprobamos que más que hotel era un viejo hostal compuesto de varios barracones y con una limpieza un tanto cuestionable, pero era lo único que había disponible a un precio razonable.
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| RESTAURANTE IMPROVISADO |
Dejamos las maletas y nos dirigimos otra vez hacia el Nordkapp, de nuevo a cruzar el túnel y de nuevo a avistar renos en los arcenes.
Como llegaba la hora de cenar y los restaurantes de Noruega eran prohibitivos para nuestra economía, paramos en un supermercado en las afueras de Honningsvåg y compramos todo lo necesario para una comida campestre; por la mañana habíamos visto un merendero al aire libre a pocos kilómetros del Nordkapp que resultó ser un gran descubrimiento: allí sentados frente a un atardecer interminable disfrutamos de una terraza gratuita con unas vistas impagables.
Alargamos la cena para hacer tiempo y cuando llegamos a la garita de acceso ya pasaban las diez de la noche o del día, porque a esas horas el sol seguía luciendo con fuerza por encima del Océano Ártico.
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| NORDKAPP |
El lugar poco tenía que ver con el que habíamos visitado con calma por la mañana, según se acercaba la medianoche íban llegando decenas de autobuses repletos de asiáticos y toda la gente comenzó a arremolinarse alrededor de la bola del mundo en busca de la gran fotografía.
A pesar del barullo general, la llegada de la medianoche fue un momento inolvidable y realmente emocionante, de esos que no sabes bien por qué, pero te ponen el vello de punta. (DESDE AQUÍ PUEDES VER UN VÍDEO)
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| NORDKAPP A LAS 23:10h. |
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| NORDKAPP A LAS 23:36h |
El viaje de vuelta también fue genial: el sol empezó a elevarse lentamente como si estuviera amaneciendo y aprovechando que Manuel se había dormido, fuimos parando por el camino para hacer todas la fotografías posibles.
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| NORUEGA, 1:21 h DE LA MADRUGADA |
Cuando llegamos a la habitación, eran casi las tres de la mañana pero parecía mediodía, así que tuvimos que apañar unas cortinas improvisadas con toallas y edredones para hacer un poco de oscuridad y entonces sí, poder dormir.


















