DÍA 27: De SKAIDI (Noruega) a Repvåg (Noruega)

357 kilómetros VER RUTA


Aquella mañana amanecimos nerviosos, era sin duda uno de los días señalados en el viaje, el último de nuestro viaje de ida... El precio de la habitación del hotel incluía un fantástico desayuno, así que aprovechamos para degustar el auténtico salmón noruego y otras delicias que servían en el buffet.

Nos pusimos en marcha temprano, otra vez teníamos un sol espléndido y circular por aquellos parajes fue espectacular; la carretera estaba trazada bordeando los fiordos del norte del país con sus playas de arena gris y aguas cristalinas; los paisajes, aunque apenas había vegetación eran increíbles y decenas de renos aparecían de vez en cuando en los paseando junto a la carretera para alegría de Manuel.

Incluso nos encontramos con un rebaño en la puerta de un túnel y tuvimos que bajarnos del coche para sacarlos de allí con todo nuestro arte pastoril.

Antes de mediodía ya estábamos cruzando el túnel que conecta el continente con la isla de Mageroya donde está situado el Nordkapp o Cabo Norte, el punto más al norte de Europa. En realidad, no es cierto que sea el cabo más al norte de Europa, ya que el cabo Knivskjellodden situado a pocos kilómetros está un poco más al norte, pero la tradición marca el fin de Europa en el Nordkapp, y es allí donde se reúnen la mayoría de los viajeros.

En cuanto entramos en el túnel comenzó un brusco descenso hasta que llegamos al fondo del mar, una sensación de claustrofobia te va invadiendo poco a poco alimentada por la estrechez,  la escasa iluminación y por las paredes de roca supurando agua. La flecha del GPS avanzando en mitad del mar nos daba una idea de lo que había sobre nuestras cabezas. Fue un alivio sentir que la carretera se ponía cuesta arriba anunciando que ya habíamos cruzado al otro lado y tras seis kilómetros en penumbra, agradecimos volver a ver la luz del sol.

Fuimos avanzando por la isla, adelantando infinidad de caravanas por el camino, nos parecía increíble que aquellos mastodontes pudiesen circular sin problemas por aquella carretera repleta de túneles y estrecheces.

Dejamos atrás la ciudad de Honningsvåg que cuenta con un impresionante aeropuerto construido literalmente sobre el mar, y giramos a la izquierda para encarar la última subida que nos llevó hasta nuestro destino. 

BIENVENIDOS AL CABO NORTE
Al llegar nos encontramos con una desagradable sorpresa: en mitad de la carretera habían instalado una garita donde un joven noruego amablemente te solicitaba al cambio más de cincuenta euros por acceder en coche al lugar, (al menos te dan 24 horas de estancia); no habíamos leído nada en ningún sitio sobre este cobro, pero una vez que estábamos allí no nos quedaba otra, así que cerramos los ojos y pagamos.

El lugar en sí es un poco centro comercial, con un edificio principal que cuenta con tiendas de recuerdos y restaurantes,  una zona de museo con un pequeño cine y un anfiteatro. En el exterior, justo en el extremo del cabo, está el símbolo del Nordkapp, una escultura de forja con forma de bola del mundo donde todo el mundo se quiere fotografiar.

CABO NORTE
Estuvimos dando un paseo contemplando la infinidad del Océano Ártico, mientras Manuel jugaba con las piedras y corría de un lado para el otro, pero tampoco había mucho más que hacer, por lo que decidimos irnos a pasar la tarde a alguna de las playas que habíamos visto en el camino y aprovechando que habíamos pagado el parking todo el día, regresar allí para contemplar el sol de medianoche.


Volvimos sobre nuestros pasos atravesando de nuevo el túnel del Nordkapp hasta que encontramos una playa que nos pareció apta para el baño. Era otro de los objetivos del día, bañarnos en el Ártico, así que vestimos a Manuel con el neopreno comprado para la ocasión y nos lanzamos al agua. He de reconocer que a Noe y a mí se nos saltaron las lágrimas nada más entrar, pero hice de tripas corazón y me zambullí por completo: fue como bañarse en hielo...

PLAYA EN EL ÁRTICO
Después nos tumbamos en la arena a recuperar temperatura con el sol y mientras nosotros buscábamos hotel para esa noche, Manuel se lo pasó en grande construyendo castillos con su pala y su rastrillo. No fue sencillo encontrar un lugar decente para dormir, era sábado y hay pocos hoteles en aquella zona; al final escogimos uno en un pueblo llamado Repvåg. Cuando llegamos comprobamos que más que hotel era un viejo hostal compuesto de varios barracones y con una limpieza un tanto cuestionable, pero era lo único que había disponible a un precio razonable.

RESTAURANTE IMPROVISADO
Dejamos las maletas y nos dirigimos otra vez hacia el Nordkapp, de nuevo a cruzar el túnel y de nuevo a avistar renos en los arcenes. 

Como llegaba la hora de cenar y los restaurantes de Noruega eran prohibitivos para nuestra economía, paramos en un supermercado en las afueras de Honningsvåg y compramos todo lo necesario para una comida campestre; por la mañana habíamos visto un merendero al aire libre a pocos kilómetros del Nordkapp que resultó ser un gran descubrimiento: allí sentados frente a un atardecer interminable disfrutamos de una terraza gratuita con unas vistas impagables.

Alargamos la  cena para hacer tiempo y cuando llegamos a la garita de acceso ya pasaban las diez de la noche o del día, porque a esas horas el sol seguía luciendo con fuerza por encima del Océano Ártico


NORDKAPP SOL DE MEDIANOCHE
NORDKAPP
El lugar poco tenía que ver con el que habíamos visitado con calma por la mañana, según se acercaba la medianoche íban llegando decenas de autobuses repletos de asiáticos y toda la gente comenzó a arremolinarse alrededor de la bola del mundo en busca de la gran fotografía.

A pesar del barullo general, la llegada de la medianoche fue un momento inolvidable y realmente emocionante, de esos que no sabes bien por qué, pero te ponen el vello de punta. (DESDE AQUÍ PUEDES VER UN VÍDEO)

NORDKAPP A LAS 23:10h.


NORDKAPP A LAS 23:36h


SOL DE MEDIANOCHE


CAMINO DE VUELTA A LAS 00:23 h.
Manuel, que hasta entonces había aguantado estoicamente sin una sola queja, comenzó a mostrar el cansancio de un día tan largo y decidimos que lo mejor era ir hacia el hotel ya que aún  nos quedaba una hora y media de camino.


El viaje de vuelta también fue genial: el sol empezó a elevarse lentamente como si estuviera amaneciendo y aprovechando que Manuel se había dormido, fuimos parando por el camino para hacer todas la fotografías posibles.

NORUEGA, 1:21 h DE LA MADRUGADA
Se nos quedó grabada para siempre la sensación de conducir a las dos de la madrugada y tener que usar las gafas del sol para que la luz no te deslumbre; nos recordó a nuestros años jóvenes cuando volvíamos a casa de día tras una noche de fiesta, pero la luz en aquel lugar remoto del planeta es muy especial, indescriptible.



Cuando llegamos a la habitación, eran casi las tres de la mañana pero parecía mediodía, así que tuvimos que apañar unas cortinas improvisadas con toallas y edredones para hacer un poco de oscuridad y entonces sí, poder dormir.





DÍA 26: De KITTILÄ (FINLANDIA) a SKAIDI (Noruega)




Nuestro tiempo en Finlandia tocaba a su fin; habían sido unos días maravillosos y aunque Noe era reacia a abandonar su país soñado, era el momento de seguir hacia el norte y conocer otros lugares.

CARRETERA DE LAPONIA
La carretera E8, paralela a la frontera con Suecia, discurría entre un sin fin de lagos e inmensos bosques que albergaban una reserva de renos; pronto encontramos en nuestro camino algunos despistados que paseaban tranquilamente por el asfalto.

Cuando llegamos a la localidad de Hetta, una de las últimas antes de la frontera con Noruega, paramos en un supermercado a reciclar todas las latas que habíamos guardado. En la entrada de muchos supermercados de los países nórdicos, tienen instaladas unas máquinas que te pagan por cada envase (latas o botellas de plástico) que introduces en su interior. Cuando acabas, pulsas un botón y la máquina imprime un ticket con el total del dinero que has ganado: puedes gastarlo en el supermercado o bien pedir en caja que te abonen el efectivo. Todo un invento para promover el reciclaje, bien podrían copiarlo en nuestras latitudes.

PLAYA CERCA DE HETTA
Tras comer algo ligero en un bar cercano y aprovechando el magnífico tiempo que nos volvía a acompañar en Laponia, fuimos hasta un embarcadero en el lago. El lugar no estaba preparado para el baño, pero gracias a las indicaciones de unos lugareños, dimos con una increíble playa escondida tras el bosque. Manuel y yo pasamos un buen rato jugando en el agua y haciendo castillos en la arena, mientras Noe disfrutaba de los últimos rayos de sol de Finlandia.

Se nos pasó el tiempo volando y cuando quisimos recoger ya íbamos, como casi siempre, tarde. Cuando llegamos a la frontera con Noruega,  no había más que una pequeña garita y un policía solitario que nos preguntó dónde nos dirigíamos. Apenas escuchó nuestra respuesta y se limitó a indicarnos con el brazo que siguiéramos.

PAISAJE NORUEGO
El paisaje fue cambiando poco a poco y los árboles desaparecieron de las rectas infinitas dejando paso a pequeños arbustos, pero los ríos y los lagos seguían siendo tan espectaculares como los del país vecino. Pero si algo nos llamó la atención fue la inmensa soledad que nos acompañaba: rara vez nos encontrábamos con algún coche y los pocos que nos cruzábamos eran de matrícula extranjera.



RENOS EN LA CARRETERA
Pero a falta de personas, había renos por todos lados. Íbamos con los ojos pegados al parabrisas buscando su silueta en la carretera para poder aminorar y esquivarlos. Habíamos leído que muchos turistas habían tenido percances con estos animales y lo cierto es que hay momentos que no sabes por dónde te van a salir.


Estábamos muy cansados de conducir así que buscamos un hotel que estuviese cerca de la ruta y elegimos uno en mitad de la nada, en un lugar llamado Skaidi. El pueblo, si puede llamársele así, estaba compuesto únicamente de dos hoteles y dos gasolineras construidos en un cruce de carreteras. Pero por suerte el hotel estaba genial y ese día era lo único que necesitábamos. Era ya tarde para las costumbres europeas por lo que los huéspedes ya estaban todos en sus habitaciones y pudimos disfrutar de la piscina climatizada entera para nosotros.


Después bajamos a hacer unas fotos desde la terraza del hall y saboreamos unas tartas deliciosas que junto al café y los zumos ofrecían gratuitamente a los clientes. Eso nos sirvió de cena y agotados nos fuimos a dormir: el día siguiente sería el más largo de todo el viaje.