Como el día anterior nos habíamos acostado temprano, esa mañana no nos costó levantamos y además, con fuerzas renovadas para el largo camino que nos esperaba. Ese día llegaríamos a la región más conocida de Finlandia, la recóndita y salvaje Laponia. Para añadir más suspense al viaje, el Google Maps se volvió loco y nos indicó salir por una carretera que en realidad era una interminable pista de tierra que comunicaba las granjas de la zona. Tras muchos kilómetros sorteando baches y piedras, decidimos dar la vuelta y seguir la ruta alternativa que nos marcaba el GPS del coche que en realidad era la correcta.
Con todo el retraso no llegamos hasta Rovaniemi, capital de Laponia, hasta la hora de comer. El tiempo era magnífico por lo que nos sentamos en una terraza de la calle principal (Koskikatu), junto a la plaza Lordi, bautizada con ese nombre en honor del grupo heavy de la ciudad que ganó el festival de Eurovisión en 2006. Por si alguien no los conoce, dejo el siguiente enlace; la verdad es que no dejan a nadie indiferente.
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| PLAZA LORDI EN ROVANIEMI |
Como el mundo es una casualidad andante, en esa misma plaza hay una cámara que emite a través de esta pagina web, y que Noe, enamorada de Finlandia desde hace años, visita todos los inviernos para ver las increíbles nevadas. (VER WEB CAM)
Pero si por algo es famosa Rovaniemi, es por ser la ciudad que alberga El Pueblo de Papa Noel, o como dicen los finlandeses Joulupukin Pajakylä.
El lugar está situado a pocos kilómetros en dirección noreste por la carretera E75 y ocupa una gran extensión ya que además del pueblo en sí, también hay hoteles, granjas de renos y de huskys y hasta un parque de atracciones. Huelga decir que Manuel estaba emocionado por visitar la casa de Papa Noel y de Rodolfo el Reno, pero he de reconocer que no más que nosotros al atravesar la simbólica línea blanca que cruza todo el parque y que marca el inicio del círculo polar ártico. ¡Y con 29 grados de temperatura!
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| Joulupukin Pajakylä |
Hicimos multitud de fotos, compramos algún souvenir y acabamos jugando en un parque infantil como tres niños, al fin y al cabo, es un lugar que te transporta a la infancia. Prescindimos de la típica foto con Papá Noel ya que los cuarenta euros que costaba nos parecieron un auténtico timo.
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| RENOS EN LA CARRETERA |
Nos despedimos de Rovaniemi y emprendimos la marcha hacia el norte, adentrándonos en la Laponia profunda. Menos mal que íbamos atentos a la carretera, porque en cuanto salimos de la civilización nos encontramos con los primeros renos en la carretera; salieron corriendo en cuanto oyeron el motor, pero nosotros, más asustados que ellos, estuvimos el resto del camino tan atentos a la carretera que nos terminaron doliendo los ojos.
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| DE CAMINO A KITTILÄ |
Fue un auténtico alivio llegar al hotel en la ciudad de Kittilä y dejar el coche. Cenamos allí mismo ya que servían carne de reno, la comida más típica de toda Finlandia y que aún no habíamos probado. A nosotros no nos gustó especialmente, pero imagino que a la gente que le guste la carne de caza le encantará.
A estas alturas del viaje y en la latitud que nos encontrábamos, cada día se hacía de noche más tarde y como Kittilä no tenía nada digno de visitar, le echamos valor y decidimos dar una vuelta en coche por los alrededores.
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| CABAÑA CON EL TEJADO TRADICIONAL |
Menos mal que no hicimos pereza porque tras conducir unos cuantos kilómetros llegamos por casualidad hasta un lugar fantástico: una cabaña preciosa con el tradicional tejado de hierba que usaban en la antigüedad en los países nórdicos. La estampa de la casa junto al río y el cielo al atardecer era impresionante, lástima que un millar de mosquitos vinieran a visitarnos... ¡tuvimos que huir despavoridos!
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| ATARDECER EN KITTILÄ |
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| RENO POR LAS CALLES DE KITTILÄ |
De vuelta al hotel, en mitad de una urbanización de chalets unifamiliares, nos volvió a sorprender un gran reno en mitad de la calzada: parecía una escena sacada de la serie Doctor en Alaska pero con reno en lugar de alce. El día no daba para más emociones y nos fuimos a dormir felices y agotados.
























































